miércoles, 25 de febrero de 2009

EL PODER Y LA GLORIA DE DIOS


-->
Un misterio: Protección frente al poder y la gloria de Dios

Mediante una primera y superficial lectura de la Biblia, parecería como si la protección solamente tuviese que ver con el pecado y con nuestros fallos y, por ello, la necesidad de que nos ataviemos con las vestiduras de la salvación.
En otras palabras, si no ha habido pecado, no habría necesidad de protección; pero ese no es todo el propósito de la enseñanza sobre el tema.
La cobertura o protección no solamente está relacionada con el pecado y cuanto antes nos demos cuenta de esto tanto mejor. Al ir profundizando en el tema en la Palabra de Dios descubrimos que posee un significado y una importancia mucho mayor. Parece ser que antes de que se introdujese el pecado en el mundo, había evidentemente una especie de necesidad de protección.
Es algo que vuelve a la eternidad, antes de que se descubriese el pecado. Existe una infinidad en cuanto a este tema que, al menos en parte, escapa a nuestra comprensión.
El echar otro vistazo a algunos pasajes de las Escrituras posiblemente nos sirva de ayuda. Hemos visto ya que Satanás fue: "el querubín grande protector" (Ezequiel 28:14).
Se dedicaba a proteger. Era el guardián o protector, incluso antes de que el pecado se introdujese en el mundo.
Tan problemáticos son estos versículos que la mayoría de las versiones actuales no ofrecen traducciones exactas. Pero parece ser que la labor a realizar por Satanás o Lucifer era la de proteger, no del pecado, sino en relación con la presencia o la gloria de Dios, pues había sido ungido por Dios para guardar o proteger antes de que se conociese el pecado.
En Isaías 4:5 leemos: "Sobre todos habrá una cubierta (o estará extendida) de gloria". La palabra hebrea que se utiliza aquí es la que se utiliza para dosel, cobertura o cubierta.
Nos encontramos, por lo tanto, cara a cara con un misterio. Este pasaje, además de tener un cumplimiento en el tiempo, está mirando hacia adelante, hacia la eternidad, cuando no existirá ya el pecado.
Entonces ¿por qué será necesario que exista una cobertura una vez que todo el mal haya desapare­cido, en relación con la gloria?
Parece ser que la necesidad de la cobertura no terminará jamás porque está relacionada con la gloria de Dios.
En el tabernáculo, donde la gloria de Dios lo llenaba todo, había un velo, que hablaba de la absoluta santidad de Dios, y sobre él estaban bordados los querubines.
También en el templo, en el lugar santísimo, encontramos dos gigantescos querubines en el propiciatorio. Eran real­mente enormes. La extensión de sus alas juntas iba de pared a pared. Sus alas cubrían el propiciatorio así como el arca del pacto. Precisamente el arca del pacto era un símbolo exterior de la presencia de Dios.
La gloria de Dios aparecía allí. Aquel lugar era donde Dios tenía comunión con el sumo sacerdote y era allí donde se necesitaba la cobertura provista por esas enormes alas.
Dondequiera que encontramos la gloria del Señor vemos a los querubines. Es como si hablasen a toda la creación de Dios: acerca de la gloria, la gracia y el poder de Él.
En la actualidad da la impresión de que no se aprecia en toda su plenitud la majestad de Dios, su infinita grandeza, su poder y su santidad infinitos.
En lugar de ello, tendemos a hacer de Dios algo pequeño y confortable; esa es la idea que nos hemos hecho acerca de Él. Le hemos "reducido" a nuestro propio nivel de compren­sión. Hemos hecho a Dios más corriente, más fácil de analizar. Estamos convencidos de que podemos ins­peccionar a Dios; colocarlo bajo un microscopio teológico y examinarle. En algunos centros teológicos y en algunos se­minarios, es como si Dios fuese diseccionado, categorizando sus atributos, analizándole y luego volviendo a recomponer las piezas, por así decirlo.
Cuando hacemos esto, ya sea a nivel académico o en nuestros grupos de estudio bíblico en las casas, en lugar de quedarnos con una sensación de lo infinito que es, de su grandeza y su reverencia, nos quedamos con un Dios al que hemos analizado, reducido al nivel que puede captar nuestra mente finita y que podemos tener en la punta de los dedos.
Pero Dios sigue siendo Dios. El es eterno e inmutable, el mismo de siempre. No hay enseñanza más insensata que la que proclama que ha cambiado el carácter de Dios, que en el Antiguo Testamento era todo fuego y en el Nuevo todo gracia. Es como si pensásemos que Dios ha evolucionado. O tal vez como si hubiese cambiado de opinión acerca de su personalidad y las acciones resultantes. ¡Qué tontería! Cada generación podrá enfatizar los aspectos del carácter de Dios que más aprecian, pero Dios nunca ha cambiado ni lo hará jamás.
El mismo Dios que hizo que saliera humo del Sinaí, como si hubiera sido un horno de fuego, es el Dios que hemos llegado a conocer por medio de Jesucristo. No es diferente.
Sigue siendo, en la actualidad, fuego consumidor, infinito en poder, infinito en majestad, inexpresablemente santo. Es el Dios vivo. Los cielos de los cielos no pueden contenerle. Incluso aunque existan billones y billones de universos eso no le agotará, no le limitará ni logrará contenerle.
Ni su majestad, ni su poder ni su grandeza tienen fin, de manera que ningún ser finito que haya sido creado, mucho menos tú o yo, podremos llegar jamás a comprender a Dios por completo. El siglo veinte no ha hecho ninguna diferencia para El. No ha limitado su carácter de algún modo ni ha hecho nada más difícil para Él.
Al contemplar la manera en que el Espíritu de Dios se mueve por todo el mundo, nos damos cuenta de que lo que le ha limitado en el occidente ha sido la llamada visión mundial "científica" que tenemos de Él.
Dios es absolutamente el mismo. ¡Qué maravilloso que Dios se hiciese hombre! Seguía siendo Dios, pero hombre al mismo tiempo. De modo que podemos conocer al Dios infinito como "Aba Padre". Esto es maravilloso, pero eso no es motivo para que nos "familiaricemos" con El de un modo totalmente falto de respeto e irreverente.
Dios es amor, pero es al mismo tiempo poder, justicia y santidad. Si la gloria de Dios cayera sobre nosotros, sería como si nos hubiesen tocado un millón de voltios. Seríamos consumidos.
En Cristo, y solamente en El, podemos acercarnos al poder infinito y a la santidad de Dios y a pesar de ello, estar aún a salvo. Todos necesitamos tener un sentido más claro sobre la presencia de Dios: su infinito poder y su gracia. Dios sigue siendo aún Dios. Su poder y su gloria siguen siendo exacta­mente iguales. La familiaridad con que le tratemos no le hacen ser diferente. Un día veremos a Dios. La cobertura o la protección están relacionadas con el poder infinito de Dios.
Si eso lo entendiésemos, entonces el temor del Señor, que es el principio de la sabiduría, se apoderaría de nosotros (Proverbios 1:7).
Nos estamos enfrentando con un misterio. Moisés pidió contemplar la gloria de Dios y El le respondió:
La verás, pero al pasar junto a ti te cubriré con mi mano en la hendidura de la peña... pero no verás mi rostro
En Apocalipsis 22:4 leemos acerca de los siervos de Dios:
"verán su rostro".

Fuente: Lance Lambert

martes, 24 de febrero de 2009

PROTECCION ESPIRITUAL


-->
COMO ATACA EL ENEMIGO     
La Palabra de Dios promete con toda claridad que podemos estar a salvo, si permanecemos o estamos en Cristo. No obstante, vemos a todo nuestro alrededor a víctimas espirituales. Todo el plan del enemigo consiste en seducirnos. Sabe bien que con frecuencia el ataque frontal no sirve de nada, de manera que obra, sirviéndose de trucos y de engaños. Actúa como ángel de luz o como ministro de justicia para seducirnos y para que nos alejemos del lugar que ocupamos en Cristo.
Satanás nos observa y averigua cuáles son nuestras debilidades. Puede que sean debilidades de temperamento, nuestros antecedentes y la manera en que nos han criado o nuestras circunstancias actuales. Entonces avanza y se aprovecha de ese aspecto débil, adaptándose de modo que con frecuencia nos cuesta trabajo reconocer que se trata nada menos que de la obra de Satanás.
Sabe que el hijo de Dios se encuentra totalmente a salvo en Cristo, que no hay nada que pueda hacer hasta que, de algún modo, nosotros quedemos sin protección. Por eso el demonio no se da nunca por vencido ni deja de intentar que nos "alejemos" de Cristo.
Satanás sabe que mientras estamos en Cristo tenemos que salir ganando. ¡Satanás está derrotado y lo sabe!
Pero si consigue que quedemos al descubierto, ya no está derrotado por el hecho de que nuestra vida esté en Cristo y entonces es cuando puede empezar a derrotarnos. Estando en Cristo podemos seguir adelante y obtener la victoria, pero alejados de Cristo seremos, sin duda, vencidos.
1 de Pedro 5:8 
Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.
La mayoría de nosotros no creemos que el demonio logre jamás acercarse a nosotros y mucho menos devorarnos.
¿Cómo puede él devorar a una persona que esté en Cristo? ¡Primero tendrá que devorar a Cristo! ¿Puede Satanás devorar a Dios? ¡Claro que no! De modo que mientras tú permaneces en Cristo tampoco puede devorarte a ti. Es por eso que él está rondando para ver quién no permanezca fiel. ¡Entonces tendrá su alimento! ¡Y cuando Satanás consigue apoderarse de nosotros se da un banquete!
1. Los que no caminan en luz
Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
(1 Juan 1:5-7)
Esto es una cuestión de objetividad, en la cual la Biblia debe de ser nuestra guía. Debemos de andar bajo el faro del Espíritu Santo y no conforme a nuestra propia interpretación de la luz.
Satanás conoce muy bien la realidad de este pasaje de las Escritura, que dice:
Si decimos tener comunión con El, pero andamos en tinieblas, mentimos y la verdad no está en nosotros.

2. Un espíritu que no perdona
Me pregunto cuántos de nosotros sabemos lo que pedimos en oración cuando oramos de la manera que el Señor Jesús nos enseñó a hacerlo:
Perdónanos nuestras deudas (pecados) como nosotros perdonamos a nuestros deudores (aquellos que han pecado en contra de nosotros).
(Mateo 6:12)
¡De hecho, le estamos pidiendo a Dios que no nos perdone si nosotros no hemos perdonado a otra persona! Realmente es un pensamiento grave considerar que si hay alguien a quien yo no puedo perdonar, tanto si esa persona está muerta como si está viva, Dios no me perdonará a mí y, como resultado, quedaré desprotegido. 
Con frecuencia hay personas que albergan un arraigado resentimiento y falta de perdón por algo que pertenece a su pasado. Hasta que no perdonamos no recibiremos perdón y no seremos liberados.
Tenemos necesidad de que Dios nos revele lo mucho que nos ha perdonado, de modo que nosotros, por nuestra parte, estemos dispuestos a perdonar a otras personas. 
3. No se aman unos a otros
El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.
(1 Juan 2:9-10)
Si no amo a mi hermano, tropezaré en la oscuridad creada por mi actitud. Estoy convencido de que es por este motivo que muchos creyentes caen. Somos especialmente puestos a prueba en relación con este aspecto cuando nos sentimos decepcionados o traicionados por alguien o cuando nos sentimos desilusionados.
Pero si no amo a uno de mis hermanos entonces he quedado desprotegido. Esta es una ley absoluta. El momento en que dejo de amar, algo me empuja de modo que deje de ocupar el lugar que tenía en Cristo. 
4. Una lengua sin refrenar
"Hermanos, no murmuréis los unos de los otros... ¿quién eres para que juzgues a otro?"
 Este breve pasaje de Santiago 4:11-12 debiera leerse a la luz de lo que dice en Calatas 5:15 donde se nos dice: 
"Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros".
¿Cómo puede suceder esto? Por morderse y devorarse unos a los otros mediante toda clase de murmuraciones en las que en ocasiones se participa, criticando por la espalda, contando toda clase de historias y críticas.
El hablar de esta manera nos hace correr el peligro de ser consumidos. Es algo que se volverá en contra nuestra como si se tratase de un bumerán.
Pero ningún hombre puede domar su lengua; porque es un mal incontrolable, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres que han sido creados a la semejanza de Dios.
Proverbios 13:3 nos dice:
El que guarda su boca, guarda su alma (o mantiene su alma viva), mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad.
Y nuevamente se nos dice (en Proverbios 21:23):
El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias.
De la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34).

5. Orgullo
El orgullo es la causa fundamental de la falta de protección, y como tal, yacen sobre él un gran número de otras cosas. Volvamos a leer Ezequiel 28:17
Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor.
Isaías 14:12-15
Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo: en lo alto, junto a las estrellas de Dios.... Y seré semejante al Altísimo.
El orgullo fue la causa real del desamparo. Este causó que el ángel protector, Satán, cayera del cielo y fuera desplazado de su función.
El orgullo, inexorablemente nos deja sin protección.
En Santiago 4:6-7 leemos.
Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Cuando el orgullo se encuentra en nosotros, aunque no tengamos conciencia de ello, Dios se nos opone y en lugar de ser nuestro protector, se vuelve nuestro contrincante. Pero si nos sometemos a Dios, podemos resistir al maligno y él huirá de nosotros.
Antes del quebrantamiento, es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu.
(Proverbios 16:18)
Antes del quebrantamiento se eleva el corazón del hombre, y antes de la honra es el abatimiento.
(Proverbios 18:12)
El orgullo herido se oculta en las sombras y en la indisposición para perdonar. Y es detrás de esto que se apoyan muchas de nuestras actividades, de nuestro "tomar posiciones". En todas estas cosas debemos quebrantarnos a través de la cruz.
Pero el orgullo no es solamente demostrado en nuestro trato con las demás personas.
Podemos ser orgullosos y arrogantes en nuestro trato con Dios. La presunción delante de la presencia del Señor tiene su raíz en el orgullo; como si usted considerara que tiene algún derecho de exigir que Dios haga todo lo que usted quiere.
Aun se dan casos de personas que piensan que tienen el derecho de decirle a Dios lo que El debe hacer y lo expresan arrogantemente.
Este es el orgullo que precede a la caída. Pero el Señor declara:
Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.
(Isaías 66:2)
6. Ningún temor de Dios
No hay temor de Dios, ni se tiembla al escuchar la voz del Señor.
El hecho de que estemos en el siglo veinte no significa que el poder de Dios se haya reducido, o que El es menos fuego consumidor de lo que ha sido siempre. Cuando el Espíritu de Dios comienza a obrar, una actitud de temor reverente desciende sobre nosotros. Comenzamos a ser más cautelosos en la manera de conducirnos y en las cosas que decimos. No nos referimos a un miedo irracional, si no a la clase de temor que surge de un sensible amor por El.
El temor a Dios produce libertad, no esclavitud. 
Mientras más se manifieste el Señor por medio nuestro, mayor será nuestra reverencia hacia El. Esto aumentará, en la medida que nos demos cuenta de que estamos tratando con un Dios todopoderoso y santo. Hebreos 12:28-29 dice: 
"Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es Juego consumidor".
Este es el tema que corre por todo el Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el Salmo 34:11 David dice: 
"Venid hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré".
En el Salmo 19:9, David dice: 
"El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad, todos justos"'. 
Este es un tipo de temor distinto a los demás, no sale del abismo como un aguijón para atormentar. El temor de Dios trae algo permanente, algo de valor eterno entre nosotros.
7. Tomando el nombre del Señor en vano
No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
(Éxodo 20:7)
Este es un principio eterno. "Emplear mal" o "Tomar en vano" significa usar algo de una manera falsa o vacía. Es lo opuesto de Mateo 6:9 "Santificado sea tu nombre" que ilustra el reconocimiento de lo santo, de lo santificado, de lo que hace de este nombre, lo opuesto de lo común.
Algunos de nosotros hacemos que el nombre del Señor sea algo común. Lo devaluamos. Tomamos el nombre del Señor para JUSTIFICAR el curso de nuestras acciones y con frecuencia, para justificarnos frente a los demás, sin darnos cuenta que estamos desacreditando el nombre del Señor. Usamos el nombre del Señor como un recurso para impresionar o impactar a otros, y con frecuencia, para hacernos de un lugar de importancia.
La Escritura tiene expresiones ásperas contra estos profetas presuntuosos que afirman hablar en nombre del Señor cuando en realidad Dios no los ha enviado. Lean por ejemplo, Deuteronomio 18:20-22 y Jeremías 14:14-15.
En estos días cuando el Señor está hablando proféticamente a la iglesia, debemos tener sumo cuidado para discernir, qué viene de Dios y qué no. Si tenemos alguna duda, podemos decir:
Creo que el Señor está diciendo esto y esto... pero, por favor pruébalo. Dios y los demás creyentes, perdonarán nuestros errores cuando éstos no sean cometidos a propósito y nuestras motivaciones sean puras. Pero, ¡cuidado! Evite usar Su nombre para manipular, porque en el momento que
lo haga, quedará desprotegido. Y en lugar de que el nombre del Señor sea torre fuerte hacia la cual el justo puede correr y estar seguro, nuestra actitud provoca exactamente lo opuesto.
En estos días hay muchos lugares donde se escucha el nombre de Jesús como un estribillo monótono parecido a lo que los hindúes y musulmanes hacen en sus reuniones. O se escucha a gente presentando al Señor Jesús de una manera, que completamente desvirtúa el hecho de que El es Dios.
Los mismos apóstoles, que llamaron al Señor por su nombre, Jesús, inmediatamente después de su ascensión comenzaron a hablar de El como Jesucristo, o el Señor Jesucristo, o Jesús nuestro Señor.
8. Hacer promesas precipitadas.
De nuevo, esto tiene que ver con la lengua. Qué cantidad de problemas nos puede ocasionar ésta. Pedro tuvo esa experiencia. En Marcos 14:29-31 leemos:
Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no. Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces. Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
Esta era la intención de Pedro y los demás. Probablemente, ya habían expresado esta inquietud entre ellos antes del evento. ¿Y cuál fue el resultado? Leamos el pasaje de Lucas 22:31
Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo.
El resultado de esta promesa precipitada, fue que Satanás se presentó delante de Dios para obtener permiso y zarandearlos. Solamente la intercesión de Jesús permitió que al final hubiera un desenlace glorioso para los apóstoles.
El oró por cada uno, por nombre, para que la fe de ellos no fallara. Y así ocurrió. Aunque Pedro negó al Señor, su fe, que era más profunda que su negación, nunca falló. El fue restaurado.
Eclesiastés 5:2 nos advierte
No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.
Debiéramos pensar antes de prometerle algo a Dios para no incurrir en promesas precipitadas. Otros poderes escuchan lo que hablamos.
Es mejor no hacer votos. Hacemos esto fácilmente cuando testificamos, o en nuestros tratos con los demás. El orgullo es con frecuencia la raíz de todo esto.
9. Llamando a Satanás por nombres no bíblicos.
Si otros poderes escuchan nuestras promesas precipitadamente, usted puede estar seguro que también oyen cuando nos expresamos abusivamente con respecto a ellos. Esto es muy común en nuestros días. Por supuesto que debemos resistir al enemigo y se nos ha dado autoridad para echar fuera demonios y no debemos acobardarnos y escondernos en una esquina temerosos del enemigo. Cuando el demonio nos ve resueltos en Cristo, es cuando él se amedrenta. No por quién nosotros somos, sino por la obra consumada por Cristo.
Debemos resistir al diablo y a todos sus principiados y poderes. Pero la forma como se hace es lo importante. Algunos creyentes utilizan cualquier palabra que se les viene a la mente y la pronuncian. En Judas 8:10 dice lo siguiente:
No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales.
Estas Escrituras no están alertando para que evitemos hablar de aquello que no comprendemos.
Este es mi consejo a este respecto:
Nunca digas los apodos de Satanás; limítate a los nombres que se aplican en la Biblia.
Nunca bromees acerca de Satanás, nunca trates de denigrarlo; Satán es una terrible realidad. Aun el arcángel Miguel fue cuidadoso cuando dijo "El Señor te reprenda". Usted no puede mencionar los apodos de Satanás y quedar como si nada. En estos días de insubordinación a la autoridad no piense que puede decir o hacer cualquier cosa que usted quiera, aun donde las fuerzas de Satanás y sus demonios estén implicados. Cuando trate con principados y poderes, con espíritus del mal a cualquier nivel, escóndase en Cristo, ese es su lugar de seguridad y su sitio de autoridad.
10. No atender o dejar de someterse a la unción.
La unción está directamente relacionada con la permanencia en Cristo. Vea 1 Juan 2:27
Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.
Mientras escuchemos a la unción diciéndonos lo que es correcto o incorrecto, permanecemos en El. Pero en el momento que la desatendemos, la unción se va.
Entonces es cuando empezamos a tomar decisiones y a ministrar con nuestra propia sabiduría y fortaleza y toda clase de problemas comienzan a ocurrir.
Cuantas veces escuches en el fondo de tu corazón esa "vocecilla interna de advertencia" ¡escúchala!
11. Pecado habitual y voluntario
Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el pecado.
(Hebreos 10:26)
Cuando persistimos en nuestro pecado, nos exponemos a un ataque de cualquier clase por parte del enemigo, puesto que Dios no puede ser partícipe de nuestro engaño.
12. Desobedeciendo a la voluntad de Dios
Aparte de obedecer a las Escrituras y todo lo que ello representa, si Dios te habla, obedécele. Puede que tengas la impresión de que es algo insignificante, pero en ocasiones depende mucho sobre algo de poca monta, en lo que se refiere a la obediencia y la desobediencia.
El rey David quedó desprotegido cuando no salió con sus hombres a hacer la guerra. No se puso al frente de ellos, que era el lugar que le correspondía, sino que se quedó en su hogar. Había desobedecido a Dios y era vulnerable. Mientras se encontraba en ese estado subió al terrado. Hasta es posible que subiese para orar y meditar o ¡tal vez para escribir un nuevo canto! Pero estaba apartado de la voluntad de Dios.
Allí vio a Betsabé y brotó en su corazón toda la idea de adueñarse de ella. Más adelante, con el fin de ocultar su pecado, se le ocurrió la despiadada idea de hacer que asesinaran a su marido. ¿Dónde tuvieron su origen estas espantosas ideas? En Satanás. No solamente se había propuesto destruir a David, sino toda la obra de Dios y su pueblo. ¡Qué terrible efecto pudo tener un sencillo acto de desobediencia!
Es algo maravilloso que el Espíritu del Señor trajera a David al arrepentimiento y posteriormente escribiera el Salmo 51. Sabía que había sido lavado "más blanco que la nieve" y que Satanás ya no podía abrumarlo más por causa de este pecado, por muy perverso que hubiera sido.
Cuando desobedecemos a Dios, ya sea en algo insignificante o algo de gran importancia, con frecuencia el enemigo nos seduce para que sigamos pecando, como lo hizo con David o nos lleva "a un país lejano" donde derrochamos nuestra vida. Por lo que, las Escrituras dicen:
Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.
(Efesios5:17)
13. Dejando a un lado el orden divino de Dios
En este caso nos enfrentamos con un problema especialmente relacionado con el siglo veinte. Los principios que debemos usar para afrontarlo se encuentran en 1 Pedro 2:13, 3:7 y 5:1-8. No es pura casualidad que en el contexto de esta epístola, que habla acerca de la sumisión, encontremos esta advertencia:
Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.
(1 Pedro 5:8)
Dios tiene establecido un orden divino con respecto a nosotros, relacionado con nuestra vida personal, familiar, con respecto a nuestra vida en la iglesia, en el trabajo y en la sociedad. Debemos andar con mucho cuidado con el espíritu de los tiempos en que vivimos, bajo la apariencia de libertad, que si seguimos acabará por apartarnos del orden divino.
Para hacer uso de un ejemplo sencillo, diré que si una esposa comienza a dar órdenes a su marido queda al descubierto. Si un esposo se limita a tolerar a su mujer, en lugar de amarla, también él queda desprotegido.
Para resumir
Satanás utiliza muchos trucos para engañarnos. Ha tenido muchos siglos durante los cuales poner en práctica sus trucos y adiestrar a sus fuerzas demoníacas. Pero, en lugar de tener en cuenta las solemnes advertencias que nos hace la Palabra de Dios y permanecer alertas y conscientes de los peligros, parece como si con demasiada frecuencia hiciéramos caso omiso de las artimañas y planes de Satanás. ¡A veces somos completamente ignorantes!
A veces decimos:¡Ha sucedido antes de que nos pudiésemos dar cuenta! Esa resulta una frase muy apropiada, pero de repente lo que hemos hecho ha sido olvidar y dejar de lado la voluntad de Cristo. Los creyentes que ni siquiera entonces comprenden lo que ha sucedido, preguntan: ¿Por qué ha pasado esto?
Es preciso que no olvidemos que algunas de las cosas que nos acontecen suceden con el soberano y divino consentimiento dado por Dios. Podemos aprender acerca de ello si leemos sobre la vida de Job. Sin embargo, una buena parte de los problemas que experimentamos en nuestra vida pueden ser causados por el hecho de que hemos quedado desprotegidos en una de las muchas maneras que se mencionan aquí y tal vez en otras formas también.

Fuente: Lance Lambert


miércoles, 18 de febrero de 2009

TU FAMILIA


-->
SERÁS SALVO TU Y TU CASA 

Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, y tu casa” (Hechos 16:31)
Esta es una promesa para todos aquellos que creemos en el Señor Jesucristo. La Fe es la certeza de lo que se espera, y la convicción de lo que no se ve. Creer en Jesús significa que creemos en Sus promesas. Creer en Sus promesas solo es posible si nos aferramos a ellas con fe, creyendo que todas se cumplirán en los tiempos de Dios y no en los nuestros. Para conocer las promesas de Jesús en la Biblia, tenemos que leer la palabra, orar y esperar.
El te hablará palabras por las cuales serás salvo tu y toda tu casa” (Hechos 11:14)
Jesús el Fiel nos dijo que él vino por los pecadores, no por los justos. Si nuestros seres amados no han aceptado el regalo de la salvación, recordemos que la promesa de Jesús es que nosotros y nuestra casa seremos Salvos.
Muchas veces, cuando nuestros seres queridos han escuchado el testimonio de nuestra conversión, y han recibido el plan de Salvación, y aún así, han rechazado el regalo de Jesús, entonces, nosotros ya hicimos lo que nos correspondía. Ahora tenemos que orar y entregarle esa carga al Señor. El enviará a otros que hablen a nuestros seres queridos, y las circunstancias de su vida, quizá se vuelvan caóticas, difíciles, aparecerán problemas, o enfermedades y solo entonces se acordarán de la Palabra de Dios que había sido sembrada en su corazón. Nosotros tenemos que aceptar que algunas veces los métodos de Dios son drásticos, pero recordemos también que DIOS ES INFALIBLE. Su palabra es Verdad y El hará realidad Sus promesas sobre nuestra familia.
Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos” (Isaías 44:3)
Dios no es hombre para que mienta, y si El dijo que lo cumpliría, es porque lo hará. Jesucristo es el fiel y verdadero, y eso significa que El en nosotros hace la diferencia. Muchas veces queremos hacer las cosas por nuestra cuenta, como si fuéramos nosotros quienes convertiremos a nuestros familiares, y no el mismo Espíritu de Dios convenciéndolos de su pequeñez sin Dios.
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza. Sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9)
Pero ¿Qué podemos hacer mientras las promesas de Dios poderoso se cumplen? En vez de permitir que la duda venga a la mente, y baje al corazón y nos debilite, reprende a Satanás de tu mente, y ocupa tu tiempo en las cosas del Señor. La salvación es personal y cada quien dará cuentas de sus propios actos. Ponte a cuentas con Dios y sigue el consejo del apóstol:
“Estad siempre gozosos, orad sin cesar. Dad Gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. No menosprecies las profecías. Examínalo todo, reten lo bueno. Absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”
(1 Tesalonicenses 5:16-22)
Parece ser que en esta época en la que sobreabunda el pecado, también sobreabunda la Gracia, solo tenemos que esperar a los tiempos de Dios, y hacer lo que nos corresponde en lo individual. Cuando cada uno toma el papel que le corresponde dentro del Cuerpo de Cristo, que es Su iglesia, es decir, cada uno de los que Creen en Jesucristo y viven de acuerdo a los mandamientos de Dios, entonces la Gracia de Dios será manifiesta.
Si sabemos que es la voluntad de Dios que nosotros y nuestra casa seamos salvos, , El siempre cumple sus promesas, El tiene grandes bendiciones para nosotros tanto en lo individual, como dentro de nuestra familia. El es el mismo que adiestra nuestras manos para la batalla, y el mismo que pone en nuestro corazón el querer y el hacer por la Salvación de otros.
“Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”
1 (Tesalonicenses 5:11)
Cuando oremos por nuestros seres queridos inconversos, pidámosle a nuestro Padre Celestial que el mismo Espíritu Santo de Dios sea quien los convenza para que su arrepentimiento genuino los lleve a la conversión y nuevo nacimiento necesarios para Ver el reino de Dios y su Justicia.
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a ustedes; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando El venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí. De justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más. Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado” Juan 16:7-11

 Fuente: Adda Vélez