miércoles, 6 de mayo de 2009

LA CORONA DE LA VIDA

DESTINADOS PARA EL TRONO

El propósito único del universo desde toda la eternidad es la producción y preparación de una Compañera eterna para su Hijo, llamada la desposada, la Esposa del Cordero. Puesto que ella debe compartir el trono del universo con su Divino Amante y Señor en un plano de igualdad judicial, ella debe ser instruida, educada y preparada para su real tarea.
Por cuanto la corona es solo para los vencedores (Ap. 3:21), la Iglesia (que más adelante será la Esposa) debe aprender el arte de la guerra espiritual, de vencer las fuerzas del mal en preparación para la toma de posesión del trono, lo que ocurrirá inmediatamente después de la cena de bodas del Cordero. A fin de capacitarla para aprender la técnica de la victoria, Dios ordeno el infinitamente sabio programa de la oración de fe. No ordeno la oración primariamente como un medio de pedir y hacer cosas. Es su método de preparar a la iglesia en la práctica enfrentando las fuerzas que son hostiles a Dios. Este mundo es un laboratorio en que los que han sido destinados al trono están aprendiendo en la práctica como vencer a Satanás y a su jerarquía. La cámara secreta de la oración es el terreno de enfrentamiento que produce vencedores.
La iglesia es la fuerza más poderosa para la civilización y la iluminación de la conciencia social en el mundo de hoy. La única potencia que esta contrarrestando el dominio total de Satanás sobre los asuntos humanos es la Iglesia del Dios vivo.
En virtud del fiel uso de la oración, la Iglesia maneja el equilibrio del poder no solo en los asuntos mundiales, sino también en la salvación de las almas individuales. Sin violar la responsabilidad moral de ningún individuo, por medio la intercesión persistente y de fe, la Iglesia puede hacer que el Espíritu actúe sobre el alma de tal modo que encontrara más fácil rendirse a los tiernos llamados del Espíritu y ser salvo, que continuar en la rebelión.
Dios no pasara por sobre la autoridad de la Iglesia para hacer cosas a pesar de ella, porque esto arruinaría su plan de llevarla a la estatura completa como cosoberana con el Hijo. Por lo tanto, El nada hará sin ella. Juan Wesley concuerda con esto cuando dice: “Dios nada hace si no es en respuesta a la oración”.
A fin de capacitar a la Iglesia para vencer a Satanás, Dios entro en la corriente de la historia humana en la Encarnación. Como Hombre no caído, El derroto y destruyo a Satanás. Todo lo que Cristo hizo en la redención lo hizo por la Iglesia. “El es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia” Colosenses 1:18. Aunque el triunfo de Cristo sobre Satanás es total y completo. Dios podría dejar totalmente de lado a Satanás, pero ha preferido usarlo para dar a la Iglesia la preparación practica para la victoria.
Orar no es pedir a Dios que haga algo que El no está deseoso de hacer. No es vencer la apatía divina. Es hacer prevalecer la victoria de Cristo sobre Satanás. Es implementar sobre la tierra las decisiones celestiales acerca de los negocios de los hombres.
Dios puso la ejecución de la victoria del Calvario en las manos de la Iglesia (Mt.18:18 y Lc. 10:17-19). El le ha dado el poder de representación. Ella es Su “representante”. Pero esta autoridad delegada es completamente inoperante sin las oraciones del Iglesia creyente. Por lo tanto, la oración es el lugar de la acción.
Un programa de oración sin fe carece de poder, es hacer funcionar una rutina religiosa.
El elemento que falta para dar vigor a la fe triunfante es la alabanza, perpetua, llena de propósito y agresiva. La alabanza es la forma más elevada de la oración porque combina la petición con la fe. La alabanza es la bujía de la fe. Es la cosa necesaria para que la fe se eleve y vuele por sobre las miasmas mortales de la duda. La alabanza es el detergente que purifica la fe y purga la duda del corazón. El secreto de la oración contestada es la fe que no duda (Mc. 11:23).
Y el secreto de la fe que no duda es la alabanza, la alabanza triunfante, la alabanza continua, alabanza que es modo de vida. Esta es la solución del problema de una fe viva y una oración exitosa.
El secreto del éxito para vencer a Satanás y estar en condiciones para ocupar el trono es un programa masivo de oración eficaz. El secreto de la oración efectiva es un programa masivo de alabanza.
EL PROPOSITO FINAL DEL UNIVERSO: LA IGLESIA
Todo acontecimiento histórico ocurre para servir a este propósito.
La raza humana fue creada a la imagen de Dios con un propósito: proporcionar compañía eterna al Hijo.
Entonces, la Iglesia, el cuerpo redimido de la humanidad, aparece como el objetivo central, la meta no solo de la historia mundana sino de todo lo que Dios ha estado haciendo en todas las esferas desde toda la eternidad.
Toda la historia es sagrada, no existe la historia secular.
Todo el Universo esta ordenado con este propósito, porque todas las cosas pertenecen a la Iglesia y son para su beneficio. (1 Co. 3:21-23) (Rom 8:28)
Todos los acontecimientos desde toda la eternidad fueron ordenados y dirigidos con un solo propósito y uno solo: la obtención y preparación de la Esposa.
Todos los que han nacido o nacerán desde el principio de la historia humana hasta los comienzos de la edad eterna están incluidos en el amor redentor de Dios que todo lo abarca. Pero Dios sabia desde el principio que solamente un remanente selecto aceptaría esta provisión universal. Mt. 7:13-14: “Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que la hallan”.
Si Dios sabía desde la eternidad que el resultado neto de actividad creativa, incluyendo el plan de redención seria solamente esta pequeña minoría, comparativamente hablando, entonces se puede suponer que este pequeño grupo era el objeto de todos los planes previos de Dios, sus propósitos y empresas creadoras. Por lo tanto, se desprende que fue por amor de este pequeño grupo que se dio origen al universo. Fue por ellos que la tierra y el mundo fueron formados. Por amor de ellos nació la raza de Adán. Para tomar posesión de ellos Dios mismo entro en la corriente de la historia en la encarnación. Y este pequeño grupo es llamado la Iglesia, la desposada, la esposa del Cordero. (Mt.16:18; Ap. 21:9).
“No temáis manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”
(Lc. 12:32).
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”
(Ap. 3:21)
Podemos no saber por qué al Padre le plació dar el reino a la manada pequeña. Podemos no saber por qué Cristo prefiere compartir su trono y su gloria con los redimidos. Solo sabemos que El ha querido hacerlo así y que es lo que le place.
LA IGLESIA TIENE LA LLAVE
Los cheques que usan algunas firmas comerciales necesitan la firma de dos individuos para ser validos. Una firma no basta. Ambas partes deben firmar. Esto ilustra el método de Dios de operar por medio de la fe y las oraciones de su pueblo. Sus promesas son sus cheques firmados con su propia sangre. Su parte quedo completamente terminada en el Calvario. Pero ninguna promesa es válida hasta que el hombre redimido entra en la sala del trono del universo y, por la oración y la fe, pone su firma al lado de la de Dios. Entonces, y solo entonces, son entregados los recursos escritos en el cheque.
Es como una caja de seguridad depositada en la bóveda de un banco. El guardia tiene la llave y usted tiene otra; ninguna de las dos llaves sola abre la caja. Pero, usted entrega su llave al guardia, el usa las dos llaves y las puertas se abren, poniendo a su disposición todos los tesoros guardados en la caja. El cielo tiene la llave por medio de la cual hacen las decisiones que gobiernan los asuntos terrenales, pero nosotros tenemos la llave por la que se llevan a cabo aquellas decisiones.
El contenido de toda verdadera oración se origina en el corazón de Dios. Es  llevar a cabo su decisión. Es la ejecución de su voluntad en la tierra.
La oración hace posible que Dios cumpla lo que desea y lo que no puede hacer sin ella.
Así que es él quien inspira la oración en el corazón del hombre, y la respuesta a toda petición de inspiración divina ya está preparada antes que la oración sea pronunciada. Cuando estamos convencidos de esto, la fe en la respuesta es fácil, mucho más fácil de lo que sería de otro modo.
¿DEMASIADO OCUPADO PARA ORAR?
Muchos de nosotros estamos demasiado ocupados, trabajando, estudiando, mirando televisión, siguiendo deportes, cazando, pescando, nadando, paseando en bote, preocupados de la agricultura o de los negocios, admirando la luz de la luna… Estamos tan preocupados de los cuidados y placeres de esta vida, tratando de seguir la moda de los autos nuevos, nuevas casas, nuevos artefactos para el hogar, muebles nuevos, etc.., que no tenemos tiempo para orar.
Alguien ha descrito al hombre moderno como una persona que conduce un auto financiado por un banco, por una carretera financiada con bonos, con gasolina comprada con tarjeta de crédito, y que se dirige a abrir una cuenta de crédito en una tienda de departamentos para llenar con muebles comprados con cuotas mensuales la casa financiada con un préstamo de una cuenta de ahorros y préstamos. Quizás alguien podría estar pensando: ¿Es que no podemos tener absolutamente nada para nosotros? La respuesta es: NO
Cristo debe ser el TODO en todos.
No sois vuestros. Habéis sido comprados por precio. (1 Cor. 6-19-20)
Si puedes comprar un auto nuevo, una casa nueva, un nuevo amoblado, nuevos no se que, mantener 2 trabajos, etc…  que pasa si no tuviésemos que tener un nivel de vida tan elevado… ¿no tendríamos más tiempo para orar?
Si no estuviésemos tan embriagados con los viajes, el placer, las vacaciones y la recreación, ¿no tendríamos más tiempo para orar? Si no estuviésemos tan enamorados de los deportes y las diversiones, ¿no tendríamos más tiempo para orar?
Tenemos más tiempo libre que nunca antes, pero tenemos menos tiempo para orar. No solamente estamos burlando a Dios, si no que nos estamos engañando a nosotros mismos. Por cuanto dejamos de orar, estamos robando, estamos limitando nuestro rango en la eternidad, en el plan de Dios.
“Y BUSQUE ENTRE ELLOS UN HOMBRE…                                Y NO LO HALLE”

EL MISTERIO DE LA ORACION NO CONTESTADA
Y esta es la confianza que tenemos en el que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, el nos oye. Y si sabemos que el nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. (1 Jn. 5:14-15)
Dios ha prometido escuchar y contestar todas las oraciones si son de acuerdo a su voluntad.
Cualquier razón para que la oración no sea contestada, esta siempre del lado humano.
“Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Stg. 4:3)
La exaltación del ego es probablemente el más peligroso y mortífero de los pecados.
Lucifer es una ilustración de esto.
Pablo reconoció esto al señalar el peligro de llegar el mismo a ser engreído debido a la “grandeza de las revelaciones” que le fueron dadas (2 Co. 12:7). Para impedir que fuese “exaltado sobremanera”, le fue dado un “aguijón” y su petición de que fuera quitado fue rehusada como medida de seguridad.
Muy pocos pueden recibir honores, ya sea de parte del mundo o de Dios, sin llegar a ser engreídos.
Watchman Nee dice que la obra más admirable de Dios es el reducirnos, es decir humillar nuestro ego. Si Dios pudiera contar con que el solicitante seguirá siendo humilde ¡Quien sabe cuántas más respuestas a la oración podría dar con prontitud!
No hay ningún poder intrínseco en la oración en sí. Al contrario, la oración es un reconocimiento de necesidad, de impotencia.
Esto nos revela la razón más poderosa de la escasez de oraciones contestadas: la falta de oración misma. La negligencia en la oración es una razón de las pocas respuestas que recibimos.
El poder que ata Satanás y transforma a los hombres es liberado solamente por medio de la oración de fe. Es en la oración donde está la acción.
La respuesta a muchas oraciones que ya han sido concedidas en el cielo pueden nunca se recibidas debido a que el solicitante se cansa, se desalienta, o se intimida, y deja de luchar, descuida la perseverancia importuna.
La principal causa de la falta de oración es la incredulidad acerca de la integridad de la Palabra de Dios.
SI DIOS NO CUMPLIERA LA PALABRA QUE PROCEDE DE SU BOCA, EL NO SERIA DIOS.
Mientras la respuesta sea demorada, el podrá saber que la fe es deficiente debido a que: “Conforme a vuestra fe os sea hecho” (Mt. 9:29).
El misterio de la oración no contestada se explica solamente por el fracaso humano, y en el análisis final por el fracaso de una fe imperfecta.
EL PROBLEMA DE LA FE
Jesús le dijo: si puedes creer, al que cree todo le es posible. (Mr. 9:29)
El problema de una fe viva, de la fe que no duda, es algo muy real. Muchos tienen hábitos devocionales profundos y viven vidas disciplinadas de oración e intercesión, pero no están completamente seguros de que han prevalecido, porque su fe parece un intento confuso, incierto y a menudo está mezclada con dudas.
¿Cómo se puede superar esta dificultad?
LA RESPUESTA ES LA ALBANZA
Tenemos bastante enseñanza sobre la oración y escaza enseñanza sobre la alabanza.
Sin embargo, hay mucho más énfasis en la Biblia sobre la alabanza que sobre la oración.
Si la alabanza es la ocupación más importante de los ángeles, debe haber una razón válida para ello.
La alabanza descentraliza el ego. La adoración y alabanza a Dios demandan un cambio de centro desde el ego a Dios. Uno no puede albar sin abandonar la preocupación por el ego.  La alabanza produce el olvido del yo.
La mayor parte de la Palabra está dedicada a la alabanza. Por alguna razón, Satanás teme a la alabanza más que a la oración. Esto está ilustrado en 2 Cor. 20.
Heb. 13:15 da la clave: “Así que ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre”. Un sacrificio requiere la muerte. En el ritual del Antiguo Testamento era un animal el que moría.  Pero en el sacrificio de alabanza es el ego personal el que debe ser muerto. Uno debe sacrificar su propio juicio, su propia opinión, su propia evaluación de lo que es correcto y bueno, y “alabar a Dios siempre por todas las cosas” incluyendo “buenas”, “malas” e “indiferentes”. “El fruto de labios” quiere decir que el sacrificio es incompleto hasta que es expresado verbalmente.
Al ofrecer el “sacrificio de alabanza” uno profesa la fe en que Dios es a la vez supremo y benevolente, la fe que puede “estar quieta y conocer que El es Dios” (Sal. 46.10). Esta fe sabe que no hay nada que ande en forma caótica en el universo.
La alabanza puede que no cambie las circunstancias, pero cambiara la persona. Ya que la raíz de todos nuestros problemas es el ego no santificado, el cambio interior es más importante que el cambio de circunstancias.
Saber que todas las cosas, incluyendo el mal, están ayudando a bien de uno, es base suficiente para una vida de continua alabanza.
La esencia eterna de una cosa o circunstancia no está en la cosa misma sino en la reacción de uno ante ella. Satanás tiene la intención de que la adversidad lo aparte a uno de Dios, haciéndole sentarse para juzgar a Dios, dudando de sus motivos, de su bondad y de su justicia. Satanás calumnia a Dios sugiriendo que Dios lo ha maltratado a uno, y que si el fuera todo bondad y todopoderoso no debería permitir jamás que esta angustia o calamidad venga sobre sus hijos.
Por el contrario, cuando uno permite que la desdicha, la aflicción, o la angustia le acerquen a Dios, el efecto es totalmente opuesto. El aceptar la aparente desdicha como la mano de Dios, que siempre obra todas las cosas para bien de los que ama, y alabándole porque nada intrínsecamente malo le puede ocurrir a uno de los hijos, es la reacción que fortalece y refuerza todo lo que es mejor y más semejante al carácter de Dios.
Un Dios que toma todo lo “malo”, aun los errores y pecados de un hijo de Dios, y por su gracia divina lo transforma de modo que vuelve como búmeran contra Satanás, mejora el carácter del santo y sirve para la gloria de Dios, es digno de incesante alabanza.
Un Dios con tal carácter es base adecuada para que se obedezca la exhortación: “Dando siempre gracias por todo a Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. (Ef. 5:20)

 Fuente: Pablo E. Billheimer





















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